Tengo 39 años y vivo en Guadalajara, México. Con mucho gusto y esperanza les compartiré mi testimonio como persona gay, creyente y practicante católico.
Nací y crecí en una familia católica, pero eso no significó que fuéramos practicantes. Como todo niño que crece en una comunidad pequeña sus primeros acercamientos a la iglesia fueron cuando inicié mi formación para realizar la primera comunión y confirmarme. Recuerdo con alegría esos momentos, conforme iba creciendo mi distanciamiento con la institución religiosa fue también en aumento. Sabía que Dios existía y que me cuidaba, pero mi formación y práctica espiritual se estancaron.
Fue hasta que tuve 27 años que Dios nuevamente tocó a mi puerta. Comencé a sentir una necesidad interior de poder relacionarme con Él. Para ese entonces trabajaba en un corporativo bancario y a unas pocas calles de mi trabajo se encuentra una Parroquia conocida como Nuestra Señora del Sagrado Corazón, la cual tiene una capilla de adoración perpetua. Cada día pasaba frente a ella y no me daba cuenta de su existencia.
No fue hasta que una joven llamada Angie me invitó a pasar y muy amablemente me comentó que había un grupo de jóvenes adultos que se reunían cada lunes para alabar a Jesús. Eso para mí fue nuevo e interesante, así fue como retomé mi relación con Dios: a través de la música de alabanza y convivencias con jóvenes que tenían inquietudes por crecer espiritualmente. Aquella experiencia sin duda alguna cambio el rumbo de mi vida. Continué asistiendo dos veces a la semana.
Un buen día un sacerdote americano hizo un invitación a un retiro de los llamados nueva vida. Sentí en mi interior que necesitaba ir a ese encuentro de fe. Esa experiencia fue fundamental en mi vida, pues recuerdo que me sentí llamado, amado y sobre todo en plenitud con Jesús.
Mi fe y relación con Dios se iba fortaleciendo. Trataba de ir a misa todos los días, o bien acudir a la capilla de adoración perpetua y pasaba tiempo en silencio con Jesús. A veces rezaba el rosario o la coronilla de misericordia, pero algo faltaba. En mi oración le preguntaba a Dios que me mostrara un lugar donde pudiera servirle. Obtuve la respuesta cuando un día acudí como voluntario a un hospital de niños.
Llevábamos regalos para ellos, pero al estar con un pequeño y ver su mirada, una voz en mi interior me decía “aquí estoy y acompáñame.” Así comenzamos un par de amigos acudir de manera frecuente al hospital a cuidar, jugar y sobre todo acompañar a niños enfermos.
Han pasado 12 años desde esa experiencia y sigo en ese apostolado, poniendo mis dones al servicio de los pequeños. También me hace fortalecer mi fe y relación con Dios.
La experiencia en el voluntariado también ha sido fundante en mi vida. En el 2013 acudí a la Jornada Mundial de la Juventud en Rio de Janeiro. Recuerdo que la presencia y palabras de Papa Francisco resonaron en mi corazón. Yo estaba en el avión a Ciudad de México cuando comencé a cuestionarme acerca de mi vocación. Acudí con un sacerdote que apoya a jóvenes con inquietud vocacional y comencé un proceso para ingresar en el seminario diocesano.
Pero no me logré identificar con ellos. Seguía con esa inquietud y no fue hasta que conocí a los religiosos camilos, dedicados a la pastoral de la salud y a los enfermos que opté por vivir una experiencia de discernimiento vocacional con ellos. Viví en su comunidad dos años en Guadalajara, lo cual significó cambiarme de ciudad y renunciar a mi trabajo de oficina.
Sin duda esta etapa me ayudó a discernir mi vocación, al finalizar este proceso fue que viví la experiencia de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, esta espiritualidad me ayudó a encontrar a Dios en todo y en todos, así como aplicar en lo cotidiano el “Amar y Servir.” Sigo conociendo y practicando la espiritualidad ignaciana, realizando actividades de voluntariado y también apoyando a la pastoral de jóvenes de la diócesis.
A lo largo de mi vida había estado en contacto con muchas personas, pues soy sociable por naturaleza. Esto me llevó a no comentar públicamente mi orientación sexual. Hasta este punto de mi vida solo lo sabían muy pocos amigos, ni siquiera mi familia. Me sentía con vergüenza de presentarme como gay o bien decir que mis citas eras con hombres y no mujeres.
Para mi salir del closet con mi familia y amigos ha sido más sencillo que salir con mis amigos, conocidos y personas que conocí dentro de la iglesia católica. Muchas veces escuche discursos como: “los homosexuales se irán al infierno”, “ser homosexual está mal”, “Dios solo creó a la mujer y al hombre, por tanto solo esta relación es la correcta”, etc.
Yo sabía que estas frases solo alejaban a personas y que no eran las correctas. Como creyente católico y gay me encontraba reconciliado con Dios, pero tenía temor de que los demás se alejaran de mí o bien me señalaran de pecador. Así que me metí nuevamente al closet de la iglesia católica por otros años más.
Gracias al centro de Espiritualidad de los Jesuitas en Guadalajara fue que conocí el grupo Sembrado Unidad en la Diversidad, el cual es una comunidad donde crecemos espiritual y humanamente. Así mismo he encontrado amigos y compañeros de camino, han pasado más de cuatro años que pertenezco a esta comunidad. En este espacio de reconciliación y de compartir he podido poner mis dones y talento al servicio de mis hermanos, hermanas y hermanes.
También he participado en actividades de la Red Arcoíris de México (REDCAM) y de la Red Global de Comunidades Arcoíris Católicas (GNRC). Tuve la oportunidad de participar en la asamblea global en el 2023, la cual se llevó a cabo en la Ciudad de México, conocer a más personas que construyen puentes entre la comunidad LGBTI y la iglesia católica en distintas ciudades del mundo. Me dio esperanza el saber que no voy caminando solo.
Hoy estoy seguro que mi orientación sexual, mi fe en Dios y mi práctica religiosa son dones que Dios me ha dado para seguir iluminando mi propia vida así como la de mis amigos, familia y novio. Doy gracias a todas las personas que me han enseñado a amar mis colores y los de los demás, también por compartir sus vidas y permitirme aprender más del amor diverso e incluyente de Jesús.
Gracias al testimonio y amistad de hombres y mujeres creyentes LGBTI es que decidí salir de mi armario como católico creyente. Al principio algunas personas me decían discursos con rigidez religiosa. Trataban de convencerme que estaba mal o que vivía en pecado, pero mi fe en Dios y su amor me han animado a ser quien soy en todos los ámbitos de mi vida.
Además de que me he sentido llamado a compartir mi testimonio pero sobre todo siento la inspiración de apoyar a las personas que por temor u odio siguen en el armario religioso. He podido ser testigo de algunas personas que se han reconciliado con Dios y la institución católica. Ya no se sienten pecadores o no merecedores de practicar su fe. Ahora viven de manera libre y reconciliada su fe con todos sus colores del arcoíris.
Questa versione in lingua spagnola è stata rivista e curata da J.D. Long-García, senior editor della rivista America. Una versión en inglés está disponible aquí.